Malthusianism is Still at the Core of the Progressive Ideology

At the center of the progressive attitude is the absurd concept of overpopulation, the fear of a growth in the human population above the constraints imposed by the finite resources of the planet. It has its roots in Thomas Robert Malthus’ work An Essay on the Principle of Population, first published in 1798, which suggest that human population grows following a geometric progression, while food production follows an arithmetic progression; and because of the negative net difference, the depletion of resources is inevitable, resulting in famines and war.

But history doesn’t support this thesis: the growth in population always brings not only an increase in production, but also in productivity. More people means more efficient division of labor, which in turn translates into more specialization. It also means more brainpower, which results in better processes, better allocation of resources, new technologies, new materials… Malthus, at the dawn of the Industrial Revolution, made the understandable mistake of extrapolating highly-irregular data coming out of a historic event about which he had a very-limited understanding. In the following decades, many economists and social commentators, from both the right and the left, weighted in against this thesis using both empirical data and theoretical arguments. But nothing has been as demolishing for Malthus’ thesis than the last 60 years in human history: nothing like the following graph to make the point.

Of course this can’t be enough to change the mind of an arrogant progressive. Their obsession with this perceived “overpopulation” keeps driving them to support everything that, in one way or another, can function as a form of population-control: abortion, contraceptives, everything involving homosexuality; regulatory constraints of everything with a potential for improving the conditions of large masses of poor people, like GMO’s and cheap energy production; and even Chinese-style birth quotas imposed and enforced by dystopian central-planners.

So, in a world in which the progressive mindset is the norm among so-called “authority figures,” what should we take home? Well, for starters, when a well-known “overpopulation” creep like Bill Gates tells you to inoculate yourself and your family with some life-saving medication, show a little common sense and be suspicious. And learn how not to give a damn when all the other creeps call you “a conspiracy nut.”

La Inflación es un Fenómeno Monetario

 La inflación es un fenómeno estrictamente monetario. Es una forma solapada de gravar los ahorros de la población, y afecta más a la clase media-baja (por lo que, de cierto modo, actúa como una transferencia de riqueza hacia las clases más ricas; como un impuesto regresivo que castiga más a los más pobres).
Aunque la percepción generalizada es la de que todo se hace más caro, en realidad lo que ha ocurrido es que la moneda se ha hecho más barata.
Además de las consecuencias obvias, como la pérdida de poder adquisitivo, la inflación desincentiva el ahorro.
Como siempre, el gran culpable de la inflación es el Estado.

Sobre las Consecuencias y Tribulaciones de Ignorar el Problema del Cálculo Económico.

El primer choque que recuerdo con el problema del cálculo económico en el socialismo ocurrió mientras rallaba pan viejo para que mi abuela pudiera hacer sus famosos bizcochos.

-¿Por qué con pan rallado y no con harina?- No era la primera vez que la “ayudaba” a batir ingredientes con la vieja mezcladora Sunbeam, y recordaba que era harina de trigo el ingrediente de rigor.

-Porque hace dos meses que no hay harina en el mercado.

-El pan se hace con harina -le expliqué a mi abuela desde la sabiduría de mis siete años. -¿Cómo puede haber pan si no hay harina?

-Pregúntale a Fidel…

Mi abuela no necesitaba que se le diera mucha cuerda para arremeter contra el Gobierno Revolucionario, incluyendo a todos sus líderes y teóricos, desde Marx hasta el Comandante en Jefe. Pero sus argumentos en contra del comunismo se limitaban al simple sentido común, del tipo de “lo mío es mío y lo tuyo es tuyo”, y la retórica oficial no tenía mucho problema en descalificarlos tratándolos como uno más de los muchos “rezagos del pasado burgués” que los cubanos, a través de la maquinaria propagandística del Estado, éramos constantemente exhortados a combatir. La versión oficial achacaba las carencias a los “antisociales” que acaparaban mercancías para luego revenderlas en el mercado negro; y, por supuesto, al chivo expiatorio por excelencia: el “criminal bloqueo” de los Estados Unidos. Los escépticos, como mi abuela, culpaban a los funcionarios del régimen, atajo de ignorantes incapaces, que no sabían cómo producir y distribuir eficazmente la infinidad de productos que la población requería para su subsistencia. Incluso los partidarios del sistema, que también sufrían las consecuencias del desabastecimiento, culpaban a la natural tendencia de los nativos del trópico al desorden y la indolencia; sin preguntarse cómo los mismos problemas se repetían en cada uno de los países devastados por el desastre del socialismo, desde China hasta Alemania, sin importar las culturas, idiosincracias y tradiciones.

De haber leído a Ludwig von Mises, habríamos sabido que en una economía libre, el mercado asigna automáticamente un precio a cada producto de acuerdo a las fluctuaciones en la oferta y la demanda, y el sistema de precios resultante le permite a cada actor tomar decisiones racionales para optimizar el uso de los recursos de que dispone. El comunismo carece de un sistema que le permita distribuir eficientemente los recursos, porque los precios son establecidos arbitrariamente por un burócrata, y no conllevan ninguna información significativa de su importancia relativa en el mercado. Por eso la gente se ve obligada a rallar pan para producir harina; derretir helado para usarlo como leche; y destruir un bolso para usar la piel en la fabricación de unos zapatos.

Después de este primer tropiezo con el problema del cálculo económico, aún tuvieron que transcurrir varias décadas para que, gracias a una nueva tecnología conocida como “Internet”, cayera en mis manos un libro de Mises. Y se hizo la luz…

El Socialismo en Amazon
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La Acción Humana en Amazon
Human Action in the Mises Institute